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No confundir la aceptación con la sumisión.


La aceptación nace del entendimiento de tener que trabajar aspectos que necesitamos para el fortalecimiento del yo. Este mismo fortalecimiento nos irá dando las herramientas necesarias para poder y saber enfrentarse a cualquier situación que se nos presente a lo largo de la vida.

La aceptación consiste en el reconocimiento a partir del amor de que todo lo que llega a nuestra vida, es y esta, para desarrollar el aprendizaje del equilibrio de las emociones que todavía necesitamos, e ir formando una personalidad a partir de la firmeza de nuestras convicciones como individuo.

La sumisión sin embargo nace del empobrecimiento del desarrollo del individuo como ser, deriva de una baja autoestima, de la poca valoración que tiene de sí mismo en relación al mundo que le rodea. Por ello se submete para poder sentirse aceptado, por miedo a sentirse solo, por no valer lo suficiente en relación a.., o por sentir no ser lo suficientemente buena persona a la vista de los demás.

La sumisión es la anulación de tu propia voluntad a favor de la del otro, y esto conlleva tarde o temprano luchas interiores entre lo correcto y lo no correcto. La sumisión es algo así como la fustigación o la autoflagelación que utilizaban en la edad media como método de remisión de los pecados, era vista como la dadiva que Dios necesitaba para ser recompensado de nuestras malas actitudes.

En esta nueva consciencia, sabemos que Dios no necesita de azotarnos, si no, que somos nosotros mismos que lo hacemos por desconocimiento de la razón por la cual tenemos que transformar cosas en nuestro interior, que lo que hagamos es solo por nosotros mismos, para poder sentirnos bien en cualquier situación que vivamos y desarrollarnos como ser.

La diferenciación de estés dos sentimientos es la clave del buen desarrollo de la evolución, en el sentido de que de ello depende el poder enfocar bien la transformación de nuestras emociones, y comportamientos.

Pongo un ejemplo práctico:

Como sabemos es a través de la relaciones, que se presentan las situaciones pertinentes para ese trabajo que conlleva la aceptación.

Cuando se presenta una situación donde una persona nos hace sentir dolor, rechazo, disgusto, etc. Es el indicio de que algo dentro de nosotros necesita equilibrio, para que ese dolor desaparezca. Esta situación muy a pesar nuestro no es agradable, pero es el material necesario para “curar” ese dolor. Es entonces que desde la valentía de nuestro empeño de curarnos, aceptamos esa situación, por ser conscientes de que solo pasando por ella transformaremos ese “algo” que nos duele.

Aquí viene la explicación de que no es que tengamos que aceptar que lo que hace la otra persona es lo correcto, que a lo mejor no lo es, si no, que utilizaremos esa situación para comprender al otro desde el amor, porque su acción también proviene del dolor de sus experiencias y nosotros le proporcionamos con nuestras acciones el medio para que el también pueda experimentar esa parte suya desequilibrada.

Normalmente solo nos utiliza para descargarse de ese dolor que siente y desconoce el porque. Así pues aceptamos la existencia del dolor ajeno tal y como es, y también desde el respeto de que cada uno puede ser como quiera o pueda, aunque a nosotros nos parezca incorrecto su comportamiento, quizás también a él no le es fácil cambiar ese modo de ser.

No es que aceptemos su incorrecta forma de hacer, porque si somos consecuentes con la verdadera forma de actuar no podremos estar nunca de acuerdo que alguien haga sufrir a nadie, aquí se da el verdadero discernimiento de la razón de lo correcto, de la verdadera sabiduría de cómo debemos funcionar hacia los demás.

Es aquí que como la mayoría de personas que no son conscientes de lo que representan las situaciones que vivimos, se repiten sin fin, hasta que en algún momento de nuestra existencia puedan ver qué hacer con ellas y poder solventarlas.

Cuando esa misma situación ya no nos haga sentir dolor aun cuando se nos presente, entonces es cuando desde esa tranquilidad interior que se establece, porque ya no vivimos esa situación desde dentro, si no desde fuera, como si de un espectador se tratara, podremos decir al otro que no queremos seguir viviendo lo que nos ofrece, por no estar en sintonía con lo que emana. Entonces hemos liberado ese sentir que antes tanto nos atormentaba.

Lilith