Llegas
a saber quién eres, no sólo por tu apariencia física, si no, en el conjunto de
tu Ser.
Das amor
sin preocuparte a quien se lo das.
Te
enfrentas a todos tus miedos con el mismo valor, porque sabes, que no hacerlo es
lo que te impide evolucionar.
No
necesitas nada porque ya lo tienes todo.
Tu
verdad no es motivo de necesidad de imponerla a nadie.
Ser
humilde no es un esfuerzo porque vives en gratitud.
Las
palabras, actos o pensamientos ajenos ya no te hieren, por comprender que
fundamentalmente el miedo y la ignorancia son lo que impulsa a la violencia.
No
tienes la necesidad de juzgar o criticar los hechos y palabras de los demás.
Ya
no tienes que perdonar ni que te perdonen, pues el ego es el único que se
siente herido.
Sabes
reírte de tus propias torpezas.
No
sientes soledad aun estando sólo.
Ya
no exiges que nadie sea como a ti te gustaría que fuera.
Tu
autoestima no necesita elogios.
No
tienes que culpar a nadie, por lo que te
pase a ti.
Eres
consciente de que eres tú el que comanda tu mente y no al revés.
El
pasado ya no es motivo de dolor ni el futuro de preocupación.
Ya
no te descontrolas en las situaciones que antes te alteraban.
No
sientes rencor, odio, rabia o cualquier otro sentimiento de desamor hacia quien
sea.
Sí
ya no piensas que tienes que dar consejos
a nadie.
Tener
siempre la razón no es primordial.
Tus
acciones y palabras nunca son para oír la aprobación de los demás.
Reconoces
que la evolución es cambio y no te encierras en tus ideas.
Sabes que tu libertad está dentro de ti y nunca en
nada ni en nadie que no seas tú mismo.
Lilith